África me dijo enamórate rápido que no tienes tiempo – Bitácora Cebra

Es tiempo de narrar mi experiencia en Sudáfrica, mi Bitácora Cebra. Realmente no sé por dónde empezar, pero los últimos días el camino me lleva a la palabra «amor» desde distintos senderos, así que tal vez puede ser un buen comienzo, todo lo que empieza con amor, permanece con amor.

Han sido dos senderos distintos porque con dos amigas el amor se ha manifestado hacia mí, primero a través de la pluma lumínica de mi hechicera Aglaia Berlutti, que tuvo la generosa acción de dedicarme un post de su blog «The Agla World» ( http://www.theaglaworld.com/ )  titulado «Del amor que nace y muere: El misterio más antiguo del mundo ¿Por qué nos enamoramos?, y  luego mi amiga mejicana Yrazú Lozano escribió en mi facebook que yo era su heroína porque le había enseñado el valor de un abrazo; eso me arrancó las lágrimas como niña chiquita recibiendo el regalo esperado en navidad; para mí abrazar es un acto mágico y es mi forma de multiplicar amor.

En un arrebato como robando un beso, tomé cuatro frases y además un pequeño párrafo del escrito de Aglaia para nutrir mi post, no tratando de responder a sus inquietudes sobre el amor, sino para mostrarles cómo lo viví en Sudáfrica. 

Mis hermosas damas, a ustedes mis letras el día de hoy.

Como percibo que este es el inicio de mi Bitácora Cebra, aprovecho dedicar mi trayecto. Carolina, hermana mía, gracias por cada oración que diste por mí, tu luz no dejó espacio a que apareciera ninguna oscuridad. Mi comadre Rosybel que sabe que soy cebra libre y me recibe en su cubil sin reproche alguno, cada vez que yo deseo regresar, gracias por amarme en libertad. Luna, Nayjand, Cristal, Abejita y Raomely, que me daban sosiego y apoyo en la distancia. Mi hermana mayor Elvira, motor de mi esperanza siempre. Aldemar gran amigo de la infancia, tu sabiduría no me dejó desviar mi felicidad; y por sobre todo a mis amadas venezolanas, Gabriela y Daniela, que hoy son mis hermanitas sudafricanas, ustedes testigos totales de esta historia y que nunca soltaron mi corazón.

En particular este post a mi pequeña rosa ecuatoriana, Camila, tu presencia dulce alivió el camino.

Aquí ustedes y todo el que llegue al Laberinto, leerán cómo África me quitó la necedad de querer encontrar el amor…

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«El amor como la complicidad, el amor como una creación de la imaginación que nos une a esa otra persona» Aglaia Berlutti

 

No sé cuántas veces me he enamorado, de verdad no vale la pena ni contarlas, sólo sé que han sido muchas veces y en ese transitar  quedé agotada e insatisfecha, otras veces deseosa y energizada, algunas trastornada y pocas, realmente pocas, lúcida y tranquila; en todas estas ocasiones, amé con una premisa muy equivocada «quédate a mi lado».

Ya no me pregunto cómo para qué quería que fulano o zutano se quedara a mi lado, o por qué crucé un día la cordillera andina por amor, sólo me río liberada; porque resulta que si alguno de ellos se hubiese quedado a mi lado es muy probable, es más es así, nunca hubiese ido a África. 

 

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Enamórate rápido que no tienes mucho tiempo.

Así me dijo África con voz pausada y firme. Yo la miré cómo que estaba loca, porque qué es eso de enamorarse rápido y que además no hay más tiempo, nada de eso, uno necesita conocer a la persona, ver si somos compatibles, revisar qué come y bueno, como dicen que la vida es larga, siempre hay un día más. Les digo algo leer Cosmopolitan hace daño.

¡Pues no! No tenía tiempo. Sin darle largas al asunto al pasar el primer mes en Cape Town ya tenía novio, aclaro que no me fui de cacería, simplemente sucedió. Voy a decirle novio porque siempre ese título queda bien, un novio que ni en cien años tenía algo compatible conmigo salvo que besarnos era una bandera blanca y hacer el amor era regresarle oxígeno a mi vida.

Mis días pasaron a ser la novela del horario estelar, yo no entendía nada, todo era rápido e inesperado, los dos apenas conversábamos en inglés, cosa que nos obligó a aprender más rápido. Si quieres aprender otro idioma, enamórate en otro idioma. Esta fue la primera lección. Un día cualquiera de las miles de peleas que tuvimos, porque pelear era parte del paisaje, yo tenía ganas de ahorcarlo y cuando le fui a decir algo, no tenía ni idea de cómo se decía en inglés, entonces le dije «ya va» saqué  mi diccionario y le hablé, él se me quedó viendo en silencio y después me dijo «me lo puedes traducir a mi idioma», él tampoco entendía. Ambos soltamos una carcajada, yo terminé de traducirle  y luego vino un beso de final de capítulo. Entonces pelear ayuda a mejorar tu aprendizaje en otro idioma.

Que no habláramos una lengua común, salvo intentarlo en inglés era la menor de las diferencias, a los dos nos separaba un montón de continentes, él, que se llama Ahmet, es de Turquía, su ciudad está en una región que hace frontera con Siria, yo venezolana de esta latino américa voraz. Como nosotros los venezolanos tenemos alta sensibilidad con nuestros árabes y turcos, yo creí que podía llevar muy bien las cosas, el machismo para mí no era más que una referencia tropical, hasta que un día en casa de un amigo, me dijo que lavar platos era mi trabajo. Les puedo asegurar que no necesite diccionario para todo lo que le dije. Me vi de repente subyugada a un rol femenino visto desde el mundo islámico, creí morir de indignación. No lavé los platos.

Ese día no hubo ningún beso de reconciliación, de hecho ni compartimos el mismo taxi de regreso a casa. No había nada en mí que produjera una carcajada, lo interesante es que a la mañana siguiente él estaba como un clavel fresco en mi puerta para irnos caminando a clase como cada mañana, y yo sin rastros de la amargura del día anterior, le di un besito de buenos días; después me pregunté si había aceptado plenamente que debía lavar los platos y la respuesta fue un no contundente, pero la voz de África me dijo, “no pierdas tiempo, no tienes mucho más a su lado”. Seguí caminando y detrás de él.

Como mencioné entré sin darme cuenta de lo importante o diferenciador que podía ser, a una relación con un hombre de un país islámico, él como el 90% de los pobladores de Turquía es musulmán. Hay que tener cuidado con las cosas que se piden en la vida y más aún con las cosas que decimos que creemos, pueden ser un bumerán. Voy a explicar con cuidado a qué me refiero. Cuando llegué a Cape Town  mi primera casa anfitriona era de ingleses, mi primer mes fue bajo la tutela de personas que eran cubos de hielo y además que no me estaban aportando nada a mi interés cultural por las familias sudafricanas,  salvo que no fuese más que saber con o sin objetividad, que eran un par de viejos fríos y mal encarados. Yo aguanté un mes con ellos, porque en principio pensé que era un tema de mi adaptación, después entendí que la amabilidad es universal, así que los que no sabían de tratar a la gente eran ellos.

Un día me fui a hacer fotografía en Bo-Kaap que es una zona de casas multicolores en una colina de Cape Town, donde la mayoría de sus moradores son musulmanes y hay mezquitas en toda el área. Por primera vez en mi vida escuché el llamado que hace la mezquita para que la gente vaya a orar, era una plegaria en cántico que me erizó la piel y me conmovió el corazón, salvo en películas nunca lo había escuchado en vivo y ese día se me metió en la cabeza que yo quería conocer más sobre la cultura musulmana, porque aquí en Venezuela no tenía ninguna referencia y mis conocimientos del Islam se reducían a Benazir Bhutto quien fue Primer Ministro de Pakistán, la cual fue asesinada en el 2007 por Al Qaeda, hace dos años leí su libro «Reconciliación. Islam, democracia y occidente», donde ella habla claramente de cómo los grupos violentos han distorsionado la imagen del Islam y además la posición de la mujer. Por supuesto la otra referencia, mala referencia era Osama Bin Laden; y la gloriosa aparición de Malala Yousafzai, adolescente pakistaní, que los talibanes intentaron asesinar porque estaba escribiendo en su blog que la educación combate al terrorismo (este año fue nominada al Premio Nobel de la Paz). Partiendo de esto yo no sabía absolutamente nada de la religión musulmana. Nada. Así que después de escuchar el cántico de la mezquita y además de entrar a hurtadillas a una de ellas para ver qué pasaba «allí» adentro, se me metió en la cabeza que yo quería vivir con una familia musulmana. Dios investido de Allah me escuchó, mi coordinadora de la escuela me cambió de casa anfitriona, y no solo viví con una familia musulmana sino que además amé a un musulmán. Entonces cuidado con lo que se pide, no porque sea malo pedir, sino porque hay que aceptar y además aprender.

Lo segundo, cuidado con lo que creemos que creemos, nada es verdad absoluta, es que por la naturaleza de mi trabajo profesional (capacitando y orientando adultos), yo creía saber lo que significa aceptar la diversidad del otro y me llenaba la boca hablando de tolerancia y no discriminación; hasta que la que sufrió intolerancia y discriminación en carne propia fui yo y además tuve que aprender a saltar esa barrera para «mantener el amor» y como dice Aglaia en su post «El amor se crea todos los días», súmenle la voz africana de «no hay más tiempo». Resulta que si hay algo que nos gusta a los latinos es bailar, bailamos todo, hasta los muertos, este rasgo danzón se maximizó en mí estando en Cape Town, no sé ni por qué, en realidad yo en Venezuela puedo decir que tengo años que no voy a una discoteca, yo prefiero sentarme en un restaurant tomar vino y comer con amigos; pero en esa tierra lejana a mí me dio por bailar y cada semana iba a la fiesta que hacia la escuela para los alumnos nuevos, se me hizo una rutina la parranda. A Ahmet lo conocí en la segunda fiesta que estuve en Cape Town, él me conoció bailando, si algo tenía él muy claro es que me gustaba bailar, porque además yo realmente tomo poco, salvo los meses que estuve en Sudáfrica que me bebí hasta el agua del matero, continuo… Un día en plena fiesta, ya tendríamos tal vez dos meses juntos, me agarró del brazo, me sacó de la pista y furioso me regaño a morir porque yo estaba bailando como una «loca», hago acotación que él casi no bailaba. Yo lo miré impactada, simplemente se moría de los celos, cada vez que me veía bailar con un amigo de Brasil él vomitaba fuego.

Después de una acalorada conversa, de que sí, no, que no, que sí. Yo me fui a bailar de nuevo, esta vez no le hice caso alguno a su machismo islámico, de repente me dijo que se iba a casa, yo le dije «ok», y a los pocos minutos lo vi en una esquina de la pista viéndome con cara de rabia, yo morí de dulzura, ustedes dirán qué loca, pero es que yo sabía que no me dejaría volver a casa sola, éramos vecinos, el cavernícola ese estaba vigilándome, como quien cuida a su presa. Yo me dirigí a él y lo abracé, le dije que dejara la amargura y bailé con él. Eso solucionó la noche, sí, si hubo beso. Pero al siguiente día él seguía furioso, no estaba de acuerdo con mi bailadera, ni que fuera cariñosa con mis amigos, todo ese discurso terminó en «claro como tú eres cristiana».  Allí se acabó mi paz y empezó un martirio que duró casi un mes más. Yo viví mi propia guerra Santa.

Nunca en mi vida nadie me había señalado por mi religión, sentí que me bañó con agua hirviendo, esa noche lloré horrores, me hice pedazos, algo ancestral en mí hacía sentir que me comió un león sin misericordia, de verdad de las muchas cosas difíciles que viví con él, sentirme discriminada por creer en Jesús fue la cúspide de nuestros problemas. Al día siguiente más serena le dije que recordara como con total respeto yo practicaba su religión en Sudáfrica, semana tras semana yo iba a la mezquita con mi mamá musulmana, dejé de lado ir a misa por cumplir mis deberes islámicos,  jamás yo lo juzgué por ser musulmán, ya había dado suficientes pruebas de intentar entender su visión de vida, además ser cristiana o católica no había sido mi decisión, fue mi crianza, lo que sí fue mi decisión era proteger mi cabello y orar arrodillada (el Padre Nuestro) ante Allah.

Luego le dije que si él no le daba valor al amor que yo sentía por su religión y por él, nosotros no teníamos nada más que hacer juntos. Tenía mucha rabia por no decir un arrecherón; acepté que el mundo peleará por intolerancia religiosa toda su existencia, me sentí avergonzada de los mil pedazos en que vivimos a Dios.  El primer día que protegí mi cabello con la hiyab (velo) y él me vio, fue indescriptible, me miró con una extrema dulzura al ver mi cabello oculto, besó mi frente me cambió mi nombre y me llamo Aysha, porque él decía que ese nombre era perfecto para mí, a veces me llamaba así. Tiempo después descubrí que me había otorgado el nombre de la mujer que él más respeta, teme y ama en su vida: su mamá. Eso tenía que ser amor ¿Ustedes que opinan?  Aun así su visión sobre lo que yo debía ser como mujer, su mujer, era demasiado duro y a veces hiriente desde mi posición occidental. En ese momento la voz africana me gritaba y yo estaba sorda. Terminamos.

Terminamos como una semana, porque después volvimos, él reconoció que nunca en su vida había estado con una latina, menos con una católica, dijo que él también necesitaba aprender sobre mí y lo importante que era cada mañana que yo lo abrazara, porque él no terminaba de  entender por qué yo buscaba abrazarlo tanto; los musulmanes abrazan a sus esposas o prometidas, para ellos hay una vinculación muy sexual en el abrazo; cosa que en los latinos no es más que una expresión de amistad, cariño y por supuesto cuando estamos enamorados querernos estar abrazados siempre. Verlo con una humildad sin precedentes, sin esa carga de posesión me hizo escuchar de nuevo la voz africana que esta vez me decía “ya tienes fecha de partida y él también. Ámalo como es, de donde es y en lo que cree, sólo ámalo”, yo lo amé, sí, pero no mucho tiempo más. El adiós tenía fecha.

La reconciliación fue en tiempo de Ramadán, una celebración musulmana que dura un mes lunar y donde existen muchas restricciones en el marco del placer, por ejemplo en esta época se debe hacer ayuno total, que implica desayunar antes de que salga el sol y tomar la cena después del atardecer, incluso sin tomar agua en el día. Yo lo intenté, pero necesitas años de práctica para tal proeza, recuerdo que la primera semana, en las clases de inglés sentía que eran en ruso, mi cabeza solo gritaba que tenía hambre, un amigo que estudiaba conmigo que es médico y además musulmán me dijo que no lo hiciera más. En teoría los musulmanes no toman alcohol, pero en la práctica… aun así, como yo sabía que no iba a poder ayunar, lo que si hice fue no beber una gota de alcohol en todo el mes lunar, bien difícil porque nunca dejé de ir a ninguna fiesta, pero cumplí con eso. Otra de las restricciones es que no puedes tener sexo, así que ese mes fue una batalla campal donde Ahmet quería y yo quería, pero yo le decía que no y él decía sí, sí,  a pesar de la tentación, cumplimos con nuestro mes de Ramadán como una pareja virginal.

En Ramadán suceden cosas muy interesantes que después escribiré de ellas, cosas en tu marco espiritual y energético. También en la concepción de la vida y sus oportunidades, a mí este tiempo me llevó sin darme cuenta a poder decirle a adiós a Ahmet sin dolor alguno, tal vez fue un regalo generoso que Dios me hizo por amarlo a través de su nombre Allah.

«Que el deseo, que el amor, que la complicidad, que todo lo que te une a alguien más pueda desaparecer tan rápido» Aglaia Berlutti.

20130629_014526Cómo lo dice la frase de Aglaia hay cosas muy intensas que desaparecen rápido. Así sucedió con Ahmet y yo. Cuando se acercaba el final de mi estadía en Cape Town, sentí que debía hacer muchas cosas más, principalmente viajes que no había concretado, hacer turismo en Sudáfrica fue una de mis mejores experiencias, pero tenía una limitante: él. Ahmet no tenía la mínima intención de viajar a mi lado, ni de caminar la ciudad, menos salir a tomar fotos o acompañarme a darle de comer a mis ardillas en los jardines de Garden Company, les dije muy al principio que en realidad no teníamos nada compatible, cosa extraña esta la de amar en la diversidad y el antagonismo. Puse freno de mano al amor.

Si algo tenía claro en mi viaje es que sería una experiencia irrepetible, así tuviese la oportunidad de volver a Sudáfrica, ese tiempo era esa tiempo y además como me decía la voz africana, no tenía mucho. Así que un día le dije que no quería estar más con él, que estaba cansada de sus celos, que él no tenía interés de hacer las cosas que a mí me gustaban y que era mejor ser sólo amigos. Todo esto lo dije en serio, pero también muy adolorida. Yo a estas alturas sabía que no tendría una vida con él, ya eso estaba claro más que por él,  por las creencias de su familia, además por mi edad, un detallito, soy mayor que él, si es casi un pecado en nuestra cultura occidental, imaginen en la islámica. Así que no estaba arriesgando o perdiendo nada, sólo estaba dándole prioridad a lo que quería terminar de vivir y ya no era junto a él  ¿Será que no lo amaba tanto? Sí y mucho.

Les dije que todo era una novela ¿cierto? Hay algo más que se sumó en la decisión de alejarme de él, y fue un retraso importante en mi ciclo menstrual, como ya no era suficiente todo, yo podía asegurar que estaba embarazada, mi imprudencia hizo que yo solita rebozara el vaso. Qué ganas tenía de tener un bebé turco, algo hormonal y desesperado se llenó de mí y dejé de protegerme, pero Dios que es el único que sabe cuándo, con quién y si viene o no el bebé, hizo caso omiso a mi locura femenina. No sucedió, no hubo bebé turco. Algo yo tenía claro, primero que sería madre soltera, África erradicó de mí el miedo, esa voz ancestral que me acompañaba me decía “tú puedes aquí o allá, tú puedes”; segundo no le diría nada a Ahmet, no por egoísmo, sino para evitar literalmente que su familia lo matara. Con la llegada mi menstruación se cerró un capítulo importante para mí llamado “quiero ser madre como sea” y del cual escribiré en otra oportunidad.

Jamás podrán imaginar lo que significa que una mujer  termine la relación con un musulmán. Llegué a estar literalmente acosada, porque aunque ya no éramos «novios» él estaba al lado mío todo el tiempo que podía, mis amigas le decía “el chicle”. Vamos a estar claros yo estaba enamorada, así que quise volver, sí, de verdad me hacía falta su compañía, ya había superado tantas cosas y tan rápido, que muchas veces dudé si irme a ver un elefante valía más la pena que caminar con Ahmet. En medio de tanta dualidad él también se cansó de esperar reconciliación, aunque había dicho que me amaba y que no me quería perder, a los pocos días, ya él tenía una nueva novia y después me enteré que en el tiempo que habíamos terminado salió a escondidas con una señora de Brasil que estaba en el colegio.

Al verlo con su novia, una bella muchacha de Ecuador, Camila, que además estaba en mi clase, sentí rabia porque él no había sido honesto con ella, e hice lo que por lo general ninguna mujer hace con la siguiente novia, fui solidaria, la protegí en lo que pude y además los dejé amarse. Cuando yo veía que él la abrazaba en público o que bailaba como loco, me sentía feliz, porque yo le enseñé a abrazar, y también a que liberara su energía bailando; pero también cuando veía que la acorralaba o dejaba sola con sus ataques de rabia repentinos, acepté que es imposible cambiar la naturaleza de alguien a través del amor, pero que ya abrazara en público era mi victoria silenciosa. Fue en ese tiempo cuando supe la misión que yo había tenido con él, pero por sobre todas las cosas aprendí la lección de vida que él tuvo conmigo.

Hoy sé que amar puede ser breve, no hace falta ser compatible, puedes decir que no y poner  límites con serenidad, no necesitas que te necesiten, importa poco qué idioma hablas y además puedes seguir amando sin que se queden a tu lado.

«La primera vez que me enamoré pensé que era siempre. Y después comprendí que no. Tal vez, la maravilla de ese misterio de todos los días sea ese: aprender que lo infinito tiene el olor de un amanecer, de la vida que se crea, del tiempo que se olvida y sobre todo el que se recuerda. Una manera de comprender nuestra identidad, quién sabe. Una manera de soñar. Aglai Berlutti.»

Yo  logré lo que dice Aglaia, comprendí muchas cosas de mi identidad, las suficientes para regresar a un punto de equilibrio. Creo que solté una carga de años, vencí paradigmas que no sabía que los tenía, quién sabe cuándo me fueron sembrados o yo solita me los tejí a la mente. Me reconocí como una mujer plena que en cinco meses aprendió por ejemplo, a llorar toda una noche pero no volver a llorar por lo mismo, porque esa voz africana me decía, que no tenía mucho tiempo y es verdad no lo tenía, no lo tengo. “El para siempre” de Disney lo erradiqué, encontré al amor libre y generoso; claramente mi gran amigo y astrólogo, Aldemar, me dijo que “viviera”, lo aprendí cuando «lo hice». Viví. Si un día Ahmet me dice que se va a casar, voy a la boda y aplaudo. Disfruté mi sexualidad como nunca, con una voracidad energética que había leído en libros pero que parecía una fantasía alcanzarlos, incluyendo sucumbir a otras tentaciones enardecedoras que hoy no les voy a contar.

Recuerdo un día que mi amiga Cristal me dijo que yo podía poner límites desde mi paz, porque yo sentía que en algunos, muchos, momentos mi paz estaba vulnerada, eso no sabía que se podía hacer y lo hice; desde la preservación de mi paz y mi serenidad puse límites, a él no le gustaban mucho, pero los aceptaba, porque cuando logré hacer eso, ya no peleaba con él, conversaba y sin diccionario, eso fue una total transformación de lo que hoy creo que es el amor por mí, por el otro. En algunos momentos le contaba a mis amigas por chat lo qué me estaba pasando, llegó un instante  en que no lo hice más, sólo yo podía entender, vivir y transformar lo que me estaba pasando con él, básicamente porque todo  era resultado de mis propias creencias, yo fabriqué esa historia, yo era dueña de cambiar el final y así lo hice.

No quería pensar en decirnos adiós, era una pesadilla. Él se iba de Sudáfrica un día antes que yo, fui hasta su casa, lo abracé, le di mi bendición y le dije que nos volveríamos a ver pronto. Ese día había un tour a los viñedos, decidí irme a emborrachar con mis amigos y quedarme con ese sabor perfecto del pinotage (cepa única que se da en Sudáfrica) en mis labios, no quería acumular un pesar inmenso diciendo adiós en un aeropuerto. Yo cambié ese final dramático cuando protegí a Camila y me protegí yo, lo cambié cuando acepte que el amor por más intenso que sea no transforma barreras culturales si las dos personas no se comprometen, lo reconocí a él como mi maestro, mi amigo, mi sanador. Justo el día que Ahmet me decía que estaba con Camila, terminé de escribir sobre mi experiencia musulmana ( http://wp.me/pW5bj-Eh ) y se lo dediqué, fue mi acto generoso a su presencia en mi vida. Transformé todo ese drama por un amor pacífico y sin exigencias. Amé libre y dejé ir, eso no lo sabía hacer.

Al leer el maravillo post de Aglaia me gratifica saber que todos tenemos una experiencia de vida que tiene valor, cuando aprendemos de ella sin atropellarnos y exigirnos tanto.  Gracias mi hechicera, por lo que escribiste y de nuevo gracias por dedicármelo, él impulsó la aparición de este largo escrito. Poco a poco en mi tiempo, aunque no lo tenga, esa voz africana sigue presente, iré escribiendo sobre mis vivencias en Sudáfrica. Ojalá a alguien le sirvan mis historia de la Bitácora Cebra, a mí me salvaron la vida en el continente negro. Me pasaron más cosas sí, hoy omito detalles, no por pena o egoísmo, sino porque son parte de mi reserva energética para escribir luego o para mantenerlas protegidas en mis memorias, tampoco es por miedo al que me lea y me juzgue; poco me importa el juicio que se haga sobre mí, de eso sí me había desprendido hace mucho tiempo, es la única manera de mantener el espíritu creativo vivo, como decía mi abuela, nadie me quita lo bailao.

África me arrancó de golpe un montón de cosas tontas e inútiles sobre la concepción del amor que yo no sabía que tenía hasta que salieron a flote, totalmente acorraladas, mal puestas, acepté que sabía manipular a un hombre en vez de conectarme desde la verdad y sentí miedo de mí misma, tenía mi oscuridad atrapada, pero la vi a los ojos con compasión, fue la única manera de  reconocerme como una simple mujer en un camino de la transformación que no voy a abandonar, acepté mi sombra, pero por sobre todas las cosas multipliqué mi luz, generosidad y altruismo, empezando por mí, así reforcé todas aquellas cosas sobre el amor que sí estaban muy claras, firmes, brillantes, hermosas. Vi mi corazón hacia adentro cómo nunca lo había hecho, sobre todo con misericordia, sin juicio.

A todas la mujeres que les llegue esta historia les envío mi luz y ternura, ojalá descubran a tiempo como yo, que el único lugar en que nos da plena compañía está en nuestro interior. Al regresar a Venezuela la vida me hizo pasar por una prueba dolorosa, pero salí a flote, no fue más que un ejercicio de desapego que era necesario a mi retorno para iniciar otros paisajes; de esto solo diré hoy que encontrar la pareja adecuada, la venida de un hijo, la permanencia de los amigos y otros placeres humanos se encarga Dios, no te apegues a nada, ni siquiera a tus ideas, todo cambia, todo se extingue, todo. Jamás me había amado tanto a mí misma, he empezado a verle resultado a mis años de estudiar y meditar con la Kabbalah, porque África me retó con su voz serena, que no era más que la voz de mi alma depurando mi mente, Sigo de viaje, estoy viva.

Entonces Aglaia ¿Por qué nos enamoramos? Es un misterio.

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12 comentarios en “África me dijo enamórate rápido que no tienes tiempo – Bitácora Cebra

  1. Claris me haz hecho llorar como una niña, me haz puesto la piel chinita y sigo sin palabras! siempre lo supe que eras una gran persona y para muchos un regalo que Dios nos daba al poder conocerte, tanto asi que en lo personal desperdicie, eres un ser unico del que muchos tenemos que aprender.
    Gracias por escribir y no lo dejes de hacer.
    se que nos volveremos a ver y sera pronto 😉

    • Ay mi Delia, gracias por tus dulces palabras, me hacen mucho bien 🙂 No desperdiciaste nada, yo estoy aquí para ti siempre. Escribir es mi manera de comunicarme al mundo así que no dejaré de hacerlo. Yo también aprendo con los demás, es la única manera de crecer.

      Siiiiiiiiiiiiii va en cuenta regresiva vernos pronto. Te quieroooo

  2. Claris que hermosas palabra… cuanta verdad en lo que contas acerca del misterio del amor.
    Yo creo q sin dudas todas las personas llegan a nuestra vida para dejarnos algo,x más que duela a veces, siempre algo enseñan y nos enriquecen.
    Gracias por compartir estas palabras. .. me han sacado unas sonrisas y unas lágrimas.

    Te mando un beso enorme desde el fin del mundo, y seguí escribiendo que lo haces muy bien….

    • Mi Lore bella. Jamás olvidaré como borrachita le gritabas a Ahmet que era un hijo de puta conmigo JAJAJAJJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJ De verdad que vivimos una novela mexicana.
      Gracias por tu amistad que permanece, te adoro.

  3. «El tiempo de Dios es perfecto»……….. sin duda alguna!!!! Excelente tu escrito Claris!!! impecable !!
    Sigue queriéndote y respetándote………………
    Un abrazo en la distancia……………. espero verte pronto. ♥

  4. Aún no sé explicarme, cómo llegastes a nosotros para conocer nuestra cultura y dejarnos toda tu armonía y buenas vibras; de lo que sí estoy segura es que, desde entonces no hemos hecho más que seguir tus palabras, tus vivencias y tu sabiduría. Y cada vez nuestra admiración y respetos es mas grande, deseando que en tus días incluyendo tus «bajas» (porque no todo puede ser perfecto) no falte la bendición de Dios. En lo personal, este escrito me ha llenado de emoción, pues no todo está perdido! Gracias por regalarnos la oportunidad de leerte y seguirte. Nuestro cariño, abrazos y bendiciones para tí, hoy y siempre. Atte: Tu Flia. Diabla!

    • Mi querida diablita
      Yo fui la que se llenó de color y emoción a través de ustedes, fui yo la que llegó hasta la puerta de tu casa en una época en que no encontraba cuál era mi camino y Dios en su inmensa sabiduría me mostró de nuevo el valor de la devoción y la mirada transparente de quienes sin saber nada de mí, me abrazaron como suya. Ustedes siempre serán mi familia, y yo la hija pródiga.

      Este año en particular ha sido muy aleccionador y poco a poco iré escribiendo de ello, sólo puedo decirte que todas las veces que he estado ante San Miguel, una oración va directa a Naiguatá.

      Los adoro y envío mi luz, espero pronto verlos, ando sin carro, y no estoy en Caracas, pero eso no impedirá que un día llegue tumbando la reja. Besos a todos mis diablos.

  5. Mi querida Claris tenía mucho tiempo sin leerte (por trabajo, entre otras cosas) pero estoy segura de que te leí cuando más lo necesitaba y justo el texto que debía leer. Cada palabra es una cátedra que todos deberíamos aprender. Lloré, reí, aprendí y sobre todo, me puse muy feliz por ti. Una experiencia como esa vale todo el oro del mundo.. Estaré muy pendiente de tus historias. Te mando muchos besitos. Te quiero y recuerdo siempre.

    Johanna

    • Mi chiquita bella
      Todo llega en su momento, todo, ojalá lo que encontraste en mi post te de oxígeno y no se pierda; tenemos tan poco tiempo… Has todo lo que quieras, no temas, Dios siempre abre caminos a quienes deciden transitar su misión.

      Te quiero inmenso, te abrazo acurrucaO 🙂

    • Awwww mi Ángela bella
      mil gracias… hay tanto de esta película… Tenemos que encontramos para un café y darte tu ranita. No estoy en Caracas, pero a veces voy los fines de semana. Un abrazo inmenso, que tus manos y criterio se mantengan luminosos para que tus pacientes sanen y sino, para que viajen de regreso a la fuente del amor, con un último momento de cariño a través de ti.

      Besos

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